Disonancia Cognitiva

Un estudiante se enfrenta a su prueba definitiva. Está especialmente preocupado, porque se lo juega todo a una carta.
Tradicionalmente ha sido buen estudiante y siempre ha despreciado a los que utilizaban chuletas u otras tretas para aprobar.
El estudiante copió en esta ocasión: “Bueno todo el mundo copia, además las preguntas fueron muy difíciles, por lo que en este caso estaba justificado”

Excusas similares esgrime el fumador para no dejar de fumar (si fuese tan malo estaría prohibido, conozco gente de 100 años que fumó toda su vida), la persona obesa que come mal(un pastelito no puede hacer ningún mal), el listillo que defrauda  (todo el mundo lo hace, si no lo hago yo lo va a hacer otro)… Pero también explica las lealtades a las mayores barbaridades científicas o políticas o los más variados casos de conspiraciones

Leon Festinger, psicólogo social, describió en 1957 la teoría de la disonancia cognitiva.

La disonancia cognitiva es el malestar que experimentamos cuando tenemos dos cogniciones incongruentes entre si. Ese malestar puede ser muy aversivo, con lo que tenderemos a buscar maneras de reducirlo. Aunque hay muchas maneras de hacerlo, la más frecuente es la justificación.

¿Cómo lo resolvemos?
Optamos por el autoengaño


“Cuando existe disonancia, además de tratar de reducirla, la persona evitará activamente situaciones e información que probablemente aumentaría dicha disonancia”

-Leon Festinger-

El ser humano tiene una incuestionable necesidad de justificar sus acciones, esto hace que ante los demás (y ante nosotros mismos) necesitemos sentir que somos coherentes, que guardamos equilibrio entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Cuando ello no ocurre hay una tendencia o predisposición interna a disminuir la tensión, aunque sea mínima, que estas incoherencias nos puedan generar para no sentir dicha incomodidad.

La teoría de la disonancia cognitiva considera además que existen pensamientos, creencias, ideas, cogniciones consonantes (es decir, coherentes o consecuentes entre sí). El ejemplo más recurrido es el del tabaco –“sé que fumar es perjudicial y no fumo”– y cogniciones disonantes –“sé que fumar es perjudicial y sin embargo fumo”–.

Nos centramos en la disonancia o tensión generada por las situaciones de incongruencia entre actitudes y conductas, es decir, pensamos una cosa y hacemos otra.

Para reducir la disonancia entre cogniciones podemos utilizar alguna opciones:
1. Cambiar uno de los dos elementos disonantes: o la actitud (“fumar no es tan malo”) o la conducta (no fumar).
2. Agregar una cognición para justificar o racionalizar la incongruencia entre las dos cogniciones. Ej. “hay fumadores que son longevos”.

Si te interesa el tema y quieres algo ameno, te recomiendo este libro: ¿Por qué  creemos en mierdas? del psicólogo Ramón Nogueras
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