Estoy en contra de las injusticias.
No es una pose.
Cuando presencio una, algo se me revuelve por dentro y necesito intervenir; lo hago de forma refleja; de hecho alguna vez estuvo a punto de costarme un disgusto.
Riesgo físico.
Hace muy poco viví como espectador una enorme injusticia.
Afectaba a gente que no me conoce ni jamás oyó hablar de mí.
Sin embargo me involucraba emocionalmente porque el actor tiene una posición dominante sobre los afectados; una posición de poder.
El autor tiene púlpito, secuaces, palmeros. Un enorme amplificador.
Y lo sabe.
Y lo aprovecha.
Eso es poco ético. Es jugar sucio.
Cuando uno trabaja con personas, dejar cadáveres por el camino, despreciar, vejar, vapulear no es noble.
Eso no es excelencia. Es ruindad.
Y cuando una persona es ruin, lo será siempre.
Se vista como se vista, se disfrace de lo que se disfrace.
El halo ciega, pero se apaga. Es efímero. Y luego queda lo que queda: cenizas.
Gente así no la quiero ni en pintura.
El problema es que no me vale con ignorarla.
Necesito hacer justicia
Soy quijote