Cuando queremos que un niño pequeño aprenda algo, recurrimos a “esto se hace así, “eso no se hace” y cosas por el estilo.
Si – No.
Dicotomía, sin matices.
Economía en la balanza entre el esfuerzo explicativo y la capacidad de entendimiento.
Es al fin y al cabo inteligente, ya que en ocasiones un alarde de matices lleva a un bloqueo por parte de quien se supone debe ser enseñado, si no está suficientemente preparado.
Utilizar dicotomías además tiene muchos beneficios.
(1) La simplicidad permite entender lo que se hace y a dónde lleva (es blanco o negro)
(2) La convicción de saber cuando las cosas se hacen bien implica mayor motivación y por tanto mayor progreso (es blanco o negro)
(3) Ignorar en los inicios parte complicada de los discursos, permite hacer nuestro aprendizaje tenga coherencia y sea por tanto, más sólido.
Construímos la mejor historia posible partiendo de la información disponible, y si la historia es buena, la creemos. Paradójicamente, es más fácil construir una historia coherente cuando nuestro conocimiento es escaso, cuando las piezas del rompecabezas no pasan de unas pocas. Nuestra consoladora convicción de que el mundo tiene sentido descansa sobre un fundamento seguro: Nuestra capacidad casi ilimitada para ignorar nuestra ignorancia». Daniel Kahneman
Obviamente, en cualquier aprendizaje hay un camino de ida, vuelta e ida de nuevo.
Y es en esa segunda ida, cuando se tiene capacidad para dejar de ver en blanco y negro y empezar a entender los matices, empezar a ver la escala de grises.
Ahí es donde se da el aprendizaje avanzado, donde podemos aplicar un estilo propio, con fundamento: ahora los grises no sólo tienen sentido sino que son parte intrínseca de ese conocimiento.
En un proceso de formación de una materia genérica (evidentemente no en curso de especialización) podemos asimilar al alumno, al aprendiz a un niño.
Inexperto, sin capacidad de decisión ya que no conoce las herramientas, no conoce los métodos y en ocasiones no conoce ni el objetivo final de esa formación.
Va a disponer de un día, dos, días a lo sumo tres días para aprender.
Por eso quién enseña, forma o ayuda, si es un buen formador debe conocer y aplicar esto y debería adaptar su discurso a cada etapa de la formación.
Por eso, utiliza los grises siempre que puedas, pero no le temas al blanco y negro.
Total y absoluto respaldo por mi parte a tu opinión, Pablo.
Cuando tratas de guiar a una persona, de acompañarla en su camino de aprendizaje, tan importante —o más— que disponer de la información necesaria para poder hacerlo es saber aportar en la medida justa al punto en el camino en que se encuentra. Es el gran reto.
En muchas ocasiones, en casi todas, esto implica sacrificar rigor en pro de maximizar el beneficio que esa persona puede extraer de la información que se le aporta.
Consolidarte como experto en la materia requiere poco más que adquirir y exteriorizar conocimiento, pero guiar requiere ajustar el discurso a un sinfín de variables dinámicas.
Guiar es realmente generosidad en estado puro. Requiere de un mayor esfuerzo e implicación y de poner en el centro qué beneficiará más a la otra parte, dejando en segundo plano el interés propio o repercusión de tu discurso en otros aspectos que directa o indirectamente puedan afectarte.