Hábitos y desencadenantes de acción

Muchas de nuestras conductas dependen directamente del contexto: cambia el contexto, cambia la situación y te resultará más fácil actuar (comportarte) de una forma diferente.
Pero cambiar el contexto por si sólo no es suficiente. Es necesario algo más para pasar a la acción.

En 1999 Peter Gollwitzer y Veronika Brandstätter descubrieron algo sorprendente acerca de cómo las personas pasamos a la acción respecto a aquello que “decidimos que vamos a hacer”.

Descubrieron que la mera formulación de una descripción detallada del entorno de la acción y de su secuencia aumentaba enormemente las posibilidades de que la acción se llevara a cabo.

Podemos definirlo como una técnica a la que llamaron originalmente “intenciones de implementación” aunque es más frecuente encontrarla como “desencadenantes de acción”. Ambas son exactamente lo mismo.
En resumen, el desencadenante de acción “es una representación mental exacta de una cadena de hechos” (Ramón Nogueras)

El experimento que diseñaron Gollwitzer y Brandstätter es sencillo en su planteamiento, pero rotundo y definitivo en sus conclusiones:
86 alumnos (Universidad de Múnich) deben entregar un trabajo el 26 de diciembre para obtener un punto extra.
Todos están de acuerdo y aceptan entregar el trabajo en la fecha acordada.
Se hicieron 2 grupos
Al grupo de control no se le dieron instrucciones especiales.
Al grupo experimental se les pidió que indicasen dónde y cuándo harían el trabajo encargado.
Llegada la fecha, un 33% de los alumnos del grupo de control entregó el trabajo.
Esa cifra llegó al 75% en el grupo experimental.

La distinción teórica entre las intenciones de objetivo (“Tengo la intención de lograr x“) y las intenciones de implementación (“Tengo la intención de realizar un comportamiento dirigido a objetivos y cuando me encuentro con la situación z“; P. M. Gollwitzer, 1993) se explora evaluando la tasa de finalización de varios proyectos de objetivos.

Dejo un enlace  al experimento, con su descripción detallada, procedimiento y conclusiones.

Al utilizar un desencadenante de la acción, estamos cediendo el control de una decisión a nuestro entorno (o contexto), por eso funcionan: “cuando esté en tal sitio y en tal momento, haré tal cosa”.
Es una fricción menos que vencer  porque predisponemos a nuestro organismo a reaccionar a la señal del entorno, de manera que en cuanto nos lo encontremos se disparará la conducta.

El estudio llega a otra conclusión muy importante: En las situaciones difíciles, las que más autocontrol y determinación exigen, el desencadenante de acción se vuelve más decisivo.
Cuando el objetivo es difícil el grado de ejecución sube del 22% al 62%, mientras que en objetivos sencillos sube del 78% al 84%
Tenemos por tanto una buena herramienta para ayudar a conseguir crear hábitos o realizar acciones que requieren un poco de “motivación extra”.

La técnica de los desencadenantes de acción NO SIRVE para aquello que no queramos hacer. Eso ya lo traté en algún artículo anterior.
La magia no existe.
No son una motivación. Son solamente un facilitador. 

¿Y qué tiene esto que ver con los hábitos?
Si combinamos el convertir la consecución de hábitos en pequeños peldaños con definir un desencadenante diferente para cada uno de esos peldaños, combinas dos técnicas muy efectivas de cara a conseguir el resultado.

¿Quieres facilitarlo más aún? Trocea el hábito en pasos y desarrolla desencadenantes de la acción para los diferentes pasos. En vez de proponerte un desencadenante para ir al gimnasio, crea uno para dejarte la ropa preparada por la mañana para que sea la que te pongas al levantarte (si entrenas a primerísima hora), o para dejar la bolsa lista antes de irte a dormir, o lo que sea. Y luego otro desencadenante con el momento en que la usarás, no te dejes la bolsa en el maletero, so idiota.

Nada más que añadir